Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amen Filipenses 3:20-21

RAZONEMOS JUNTOS

Si usted no ha recibido a Cristo, ¿cuál es la razón por la que no lo ha hecho? O mejor dicho, ¿cuál es su excusa para no acudir a El? No hay razón válida que se pueda dar de no aceptar ese don inapreciable del amor de Dios.
Dios quiere responder a todas nuestras excusas. Quiere razonar con nosotros.
Quizá usted diga: “Quiero ser salvo, pero no lo entiendo claramente”. Bueno es entender; pero no somos salvos entendiendo solamente, lo somos por fe. Si usted dice: ¨No lo entiendo, por tanto no creeré”, nunca llegará a la salvación; pero si actúa con sinceridad con la fe que tiene. Dios acrecentará su entendimiento. Cuando vamos a tomar nuestros alimentos, son muchas las cosas que no entendemos. No entendemos completamente cómo el alimento se convierte en parte de nuestro cuerpo. Igualmente, aun conociendo los elementos del agua, no entendemos claramente cómo apaga nuestra sed; no obstante, la bebemos y la usamos diariamente. No entendemos del todo cómo opera el radio, pero nos deleita escucharlo.
Muchas personas tienen el falso concepto de que no importa lo que se crea, mientras se sea sincero en lo que se cree. ¿No es raro que tales personas razonen así en cosas espirituales, ya que nunca lo hacen en asuntos temporales o personales? Si quisiéramos viajar a una ciudad lejana, sería una locura que tomáramos cualquier dirección, diciendo: “No importa, nuestra intención es buena”. Muchos han muerto al tomar veneno pensando que era medicina. Tenían buenas intenciones, pero estaban equivocados.
Otras personas se excusan diciendo que ya son buenas y no necesitan más. Esta falsa idea les viene porque se comparan con otros que las rodean en lugar de hacerlo conforme a la rectitud que Dios exige. Ven por todas partes a personas viviendo en pecado y piensan que porque su vida es menos pecaminosa, seguramente se salvarán. A veces se comparan con creyentes débiles que cometen muchos errores. Desde el punto de vista humano, es cierto que unas personas son mejores que otras; pero desde el punto de vista de Dios, “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”. Para Dios el hombre natural está en tinieblas de incredulidad y El lo busca con misericordia.
Otras personas piensan que son tan malas que no pueden ser salvas. Quizás son culpables de terribles pecados. Han cometido homicidio, han mentido, han robado, han adulterado, y han blasfemado en nombre de Dios. Han maltratado a su familia, han sido crueles con sus animales; han vivido complaciendo la concupiscencia de la carne. Si siguen en estas condiciones, seguramente pasarán la eternidad en el lago de fuego; pero Cristo Jesús murió en la cruz por todos los pecados que han cometido. Si se arrepienten de sus pecados y confían en Cristo, pueden también ser salvos porque Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores. No vino para llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento. “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.
Quizás usted dirá: “No necesito lo que usted enseña porque tengo mi propia religión”. La religión es el esfuerzo de parte del hombre de hacerse aceptable delante de Dios. Hay centenares de religiones en el mundo. Se pueden dividir en dos grupos:
1.- Las religiones paganas y
2.- Las que hacen llamar cristianas.
En cada una se le dice al hombre que debe hacer para salvarse. Los religiosos rezan oraciones, hacen peregrinaciones, encienden velas, hacen sacrificios, se bañan en aguas “santas”, celebran ceremonias, hacen girar ruedas que llevan sus oraciones, visten sotanas y hábitos, ayunan, maltratan sus cuerpos y aun sacrifican a sus hijos en un esfuerzo por complacer a Dios.
Todos los hombres no regenerados están espiritualmente ciegos, pero los que practican religiones falsas lo están doblemente porque son esclavos de Satanás. La religión falsa mantiene a la gente en cautividad por medio de supersticiones y amenazas.  La Biblia dice: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. La verdad no tiene por qué temer a la luz.  Invita a que la investiguen. Los dirigentes de las falsas religiones prohíben que sus feligreses lean la Biblia y la literatura evangélica.
Los que profesan una religión debieran hacerse las siguientes preguntas: “¿Qué beneficios me dado mi religión? ¿Me ha dado vida eterna? ¿Me ha dado paz con Dios? ¿Me ha dado la seguridad de la salvación? ¿Ha podido mi religión cambiar mi vida? ¿Pueden otros ver un cambio en mi vida?” Si no puede contestar estas preguntas afirmativamente, debe buscar el camino de vida que Dios ofrece. El cristianismo verdadero es más que una religión. Es vida. Es la vida misma del Cristo resucitado impartida al creyente, dándole el poder de ser lo que Dios quiere que sea. Quizás usted piensa: “Yo quisiera ser un verdadero cristiano, quiero ir al cielo cuando muera, pero sé que no puedo vivir la vida cristiana”. Amigo mío, está usted en lo cierto. Usted no puede vivir la vida cristiana. Yo tampoco puedo vivir la vida cristiana. Lo mejor que un hombre puede hacer es vivir una pobre imitación de la vida cristiana. He aquí el secreto: No vivimos la vida cristiana en nuestro propio esfuerzo. El mismo Cristo que murió en la cruz para salvarnos, mora ahora por fe en el corazón del creyente. Vivimos la vida cristiana cuando le permitimos a Cristo vivir en nosotros, y a través de nosotros.
Muchas personas tienen la insensata idea de que si tienen más obras buenas que malas, irán al cielo cuando mueran. Las obras buenas no cancelan las malas. En realidad, el hombre no regenerado no tiene buenas obras delante de Dios.  El pecador está espiritualmente muerto en transgresiones y pecados. El hombre muerto no puede producir más que obras muertas.  Cuando a un hombre se le acusa de algún crimen ante los tribunales, tiene que ser castigado por su crimen. El no espera que el juez lo perdone, no importa cuántas buenas obras haya hecho anteriormente. Si cada uno de nosotros viviera una vida perfecta de hoy en adelante, aun así seguiríamos siendo responsables de nuestros pecados anteriores.
Algunas personas están tan ocupadas ganándose la vida o atesorando riquezas, que piensan que no tienen tiempo de ocuparse en su salvación. ¡Que insensatos son! Un día tendrán que ocupar algún tiempo en morir. “La heredad de un hombre había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo:¿Qué haré, porque no tengo donde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes: y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años: repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quien será? ¡Cuán insensata es la persona que vive sólo para esta vida!
Muchas personas no son salvas porque aman más su pecado que al Salvador. La Biblia dice que los placeres del pecado son pasajeros. La Biblia habla de la insensatez del pecado. Deténgase y considere lo insensato que es todo pecado. Tal vez podamos escapar del castigo de nuestro pecado por algún tiempo pero tarde o temprano nos alcanzará, y tendremos que pagar la pena. Algunos criminales escapan del castigo de los hombres, pero algún día tendrán que estar frente al Dios santo. ¿Valdrá la pena una vida corta llena de pecado a cambio de una eternidad en el lago ardiendo con fuego y azufre?
Muchas personas no vienen a Cristo por causa de las cosas de este mundo. Hay muchas cosas que en sí no son  malas, pero llegan a ser malas cuando el corazón se enamora de ellas. Muchos equivocadamente piensan que serán felices si acumulan muchos de los bienes del mundo. Las cosas del mundo nunca pueden satisfacer los anhelos del corazón humano. El rey Salomón ha sido el hombre más sabio de todos los que han vivido. No se negó nada de lo que en su corazón deseaba.  Escuche la descripción de su experiencia: “Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto.
Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles. Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesión grande de vacas y de ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén. Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música.  Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto, conservé conmigo mi sabiduría. No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mí trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena. Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol”.
Algunas personas no reciben a Cristo porque consideran el costo y no quieren pagar el precio.  En un sentido la salvación no nos cuesta nada. Es el don gratuito de Dios.  Se nos da sin dinero y sin precio. Un regalo no puede ser ganado o pagado por que dejaría de ser un regalo. En otro sentido, la salvación nos cuesta todo. En los lugares donde la mayoría es de creyentes, el nuevo creyente no tiene que sufrir mucha persecución; pero en muchos lugares el ser creyente cuesta mucha persecución.  Cuando la persona llega a ser creyente, puede perder a sus amigos, su familia o su trabajo. Puede ser que tenga que derramar su sangre por su testimonio.
Desde el principio de la era cristiana, los hombres han estado dispuestos a pagar un alto precio por seguir a Cristo. Muchos miles han dado su vida terrenal para recibir la vida eterna. Todos los apóstoles de Cristo, son excepción de Juan, murieron como mártires. Esteban fue apedreado, Mateo fue asesinado en Etiopía, Marcos fue arrastrado por las calles hasta morir, Lucas fue ahorcado, Pedro y Simón Zelote fueron crucificados, Andrés fue amarrado a una cruz, Jacobo decapitado, Felipe fue crucificado y apedreado, Bartolomé fue azotado, Tomás fue traspasado por lanzas, Jacobo el menor fue echado del templo y murió a golpes, Judas Tadeo fue traspasado por flechas, Matías  fue apedreado y Pablo decapitado. Estos ríos de sangre no cesaron con el fin de la era apostólica.  En cada generación los hombres han muerto por su fe gozosamente. Los hombres mueren por su fe en muchas partes del mundo en la actualidad.  La sangre de los mártires ha sido siempre la simiente de la iglesia. Cuando los hombres regenerados han visto morir a los creyentes, han notado en éstos calma y una serenidad que saben que ellos no poseen.  El creyente puede anhelar la muerte porque sabe que el morir es ganancia.  El sabe que en la muerte su verdadero ser sólo sale de su cuerpo de debilidad y humillación y entra inmediatamente en presencia del Señor.  Toda persona sensata desea ir al cielo después de morir. No obstante, miles de personas que tuvieron las mejores intenciones de ir al cielo están en el infierno. Esperaron demasiado tiempo para reconciliarse con Dios. Miles de personas han sido llevadas a la eternidad por medio de alguna tragedia inesperada. Cuando estamos sanos y fuertes, creemos que tenemos suficiente tiempo para prepararnos para morir. Pero nadie sabe cuándo llegará esa hora. La muerte es la cosa más segura del mundo; la vida es la cosa más insegura. Dios no solamente ha provisto todo para nuestra salvación, sino que también mediante su Espíritu Santo, su Santa Palabra y mediante sus fieles siervos, nos invita a recibir a Cristo antes de que sea demasiado tarde. Ahora es el único tiempo del cual podemos estar seguros. Mañana puede ser demasiado tarde. Dios dice: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”. “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta”. Dios nos dice que no debemos jactarnos del mañana porque no sabemos qué traerá el día. Dios nos amonesta que si somos reprendidos y aún así endurecemos el corazón, seremos destruidos de repente irremediablemente.
El eterno destino de su alma depende de la decisión que usted haga ahora mismo. Tiene que decidir por un camino u otro. No existe término medio. Usted recibe a Cristo o lo rechaza. Si decide esperar, lo estará rechazando temporalmente. Las huestes invisibles no sólo se interesan en la decisión que usted haga, sino que están procurando influir en su decisión. Satanás, quien está condenado, quiere que usted se condene con él. Le llena la mente con dudas y temores. Le dice que posponga la decisión. Le hace imaginar lo que otros dirán y pensarán. El espíritu de Dios tierna y amorosamente le invita a venir a Cristo. El Dios todopoderoso ha hecho todo lo que ha podido para salvarle. El Señor Jesús, Salvador inefable y todopoderoso, le aguarda con los brazos abiertos para recibirle. Las huestes cristianas oran por usted. Los ángeles celebrarán con gozo el momento en que se entregue a Cristo; pero esta decisión tiene que ser hecha por usted.
Usted tiene que recibir a Cristo con un definido acto de fe. Yo le sugiero que haga ahora esta sencilla oración u otra semejante: “Oh Dios vivo y verdadero, reconozco que soy pecador, pero creo que Jesucristo, mi Salvador, murió en la cruz por mis pecados, y resucitó para mi justificación. Desde este momento le acepto como mi Redentor y Señor para siempre, Amén”. Cuando usted vaya en esta forma a Jesucristo, tenga la absoluta seguridad de que será recibido; como lo ha prometido: “Al que a mí viene, no le echo fuera”.
La Santa Biblia dice: “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Cuando usted reciba en su corazón a Jesucristo, nacerá en la familia de Dios. Este nuevo nacimiento no es el fin, sino el principio de la salvación: Recibiendo a Jesucristo usted es un “niño” recién nacido en El. Por supuesto, no siempre ha de querer ser un niño espiritual. Ha de querer crecer en la gracia y aprender la voluntad de Dios en su vida.
¡Que las ricas bendiciones del Señor reposen en su alma! ¡Que El le guíe de victoria en victoria en Cristo Jesús!

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