Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amen Filipenses 3:20-21

SACADOS DE EGIPTO PARA ENTRAR

El versículo 23 del capítulo 6 de Deuteronomio es uno de los grandes versículos de la Santa Biblia. “y nos sacó de allá, para traernos y darnos la tierra que juró a nuestros padres”.
Dios sacó a los judíos de Egipto, no para que anduvieran en el desierto sino para que entraran en la tierra prometida de Canaán. El desierto simboliza la vida del cristiano, que es estéril e infructuosa. Para los judíos el desierto fue una serie de jornadas de una parte a otra, sin llegar al término. Esto causó murmullos constantes en el pueblo. Creció el disgusto y Dios les dio de beber del agua de Mara. Ansiaron volver y saborear los ajos y cebollas de Egipto, porque se cansaron de comer tres veces al día el maná del cielo. Pero fue el desierto en particular lugar de muerte para muchos. Un promedio de 83 personas morían cada día. Este promedio era mayor que el normal, porque Dios iba separando con la muerte a los hombres de guerra, que en desobediencia, no habían querido ir a la tierra de promisión. Todo el pueblo en el desierto ya había salido de Egipto, pero no había entrado aún en Canaán. Se habían ya separado, pero no entrado en la promesa (Romanos 1:1). Esta es la causa de la ineficiencia de muchos de los grupos religiosos independientes del hoy día. Se han separado del mundo y su apostasía, pero no se han unido a Dios. Han dejado Egipto, pero no han entrado en Canaán. Para muchos de esos cristianos su testimonio es decir NO. No fuman, ni beben licor. No van a los teatros. No juegan a las cartas. Pero aún más, no dan su testimonio. No ganan ninguna alma. No tienen los frutos del Espíritu Santo. No tienen celo misionero. No celan por la causa de Dios. Su vida es totalmente negativa. Son personas duras, agrias y críticas. Han salido ya, pero no han entrado aún. La voluntad de Dios para todos nosotros es que entremos en Canaán. Su corazón se entristece cuando nos ve gastar nuestra vida en el desierto. (Hebreos 3:10 al 17). No puede Dios realizar su voluntad en nosotros, mientras continuemos en el desierto y nuestras vidas sean estériles e infructuosas. Podremos ser salvos, pero a prueba de fuego. (1 Corintios 3:15).

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