Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amen Filipenses 3:20-21

EL ADVERSARIO APARECE

Nada anormal había ocurrido sino hasta que Satanás apareció en la escena. Dios había creado a Satanás como uno de los resplandecientes querubines que estaban en derredor de su excelso trono.
Era la más hermosa y sabia de todas las criaturas. Pero a causa de su hermosura, su corazón se llenó de orgullo. Ya no le satisfizo su posición de gloria con Dios, sino que aspiró a un trono especial superior que las estrellas. Estos deseos de vanagloria le hicieron rebelarse contra Dios, y muchos otros ángeles se unieron a él. Este fue el primer pecado cometido en el universo. A causa de esta rebeldía, Satanás fue expulsado de las moradas celestiales.
Desde entonces, Satanás es el gran enemigo de Dios y de los hombres. Su propósito es estorbar siempre los planes de Dios; su propósito es que se condenen todas las almas de la humanidad. Ha querido tener al hombre bajo su dominio  y poder en lugar de querer que esté bajo el dominio y poder de Dios. Para lograr que el hombre se rebelara contra Dios, se le apareció a Eva en forma de una hermosa serpiente. El propósito de Satanás era que el primer hombre y su mujer le obedecieran a él en lugar de que le obedecieran a Dios. Para ello provocó la duda en sus mentes. Dijo a la mujer: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?”  La mujer respondió  a la serpiente: “Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni lo tocaréis, para que no muráis”.
Entonces Satanás dijo la primera mentira, diciendo: “No moriréis”. Le dijo a la mujer que Dios que les estaba negando algo bueno; que si ella y su esposo comían del árbol del conocimiento del bien y del mal, sus ojos se abrirían y serían como dioses, conociendo el bien y el mal. La mujer entonces consideró con cuidado las palabras de Satanás. Pudo ver el fruto sabroso para comer, hermoso a la vista y, aun más, creyó que comiéndolo obtendría sabiduría. Tomo del fruto del árbol y lo comió. Estaba sumamente sabroso. Llamó a Adán y lo persuadió a que lo comiera también.
Repentinamente, Adán y Eva se dieron cuenta de su desnudez y se cubrieron con las hojas de la higuera. Cuando Dios los llamó, se escondieron entre los árboles.  Al hallarlos, El les preguntó: “¿Qué es esto que habéis hecho?” Adán culpo a la mujer, y ésta, a su vez, a la serpiente.
Piense en las tremendas consecuencias del pecado de Adán y Eva. Todos los pecados, dolores y sufrimientos que hoy llenan el mundo, tuvieron su origen en el pecado de ellos. Dios es justo y santo. Puesto que es santo, tiene que castigar la maldad. Así, Dios maldijo a la serpiente y la condenó a arrastrarse por toda su vida en el polvo y comer de él. Maldijo a la mujer,  y la condenó a dar a luz entre dolores de parto. Maldijo a la tierra, a causa del pecado del hombre. Ahora en todo el mundo hallamos cardos y espinas. Los agricultores y hortelanos luchan constantemente contra las malas hierbas. Todavía estamos sufriendo las consecuencias del pecado de Adán. El hombre tiene que comer el pan con el sudor de su frente. Adán y Eva fueron  expulsados del paraíso terrenal y privados del fruto del árbol de la vida.
Dios había dicho: “Porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. Muerte, en la Santa Biblia, tiene tres distintos significados.
(1)   La muerte física es la separación entre lo espiritual y lo físico del hombre.
(2)   La segunda muerte es la condenación o separación eterna de Dios.
(3)   La  muerte espiritual,  la cual produce en esta vida,  es cuando Dios aparta su Espíritu del espíritu del hombre. Adán y Eva no murieron físicamente al comer del fruto prohibido; murieron espiritualmente. Dios alejó su Espíritu de ellos. Los hijos que les nacieron tuvieron vida física, pero no vida espiritual.
Todos los que nacen de padre y madre humanos desde entonces, nacen con naturaleza caída y pecadora. Esto lo sabemos, no solo porque la Santa Biblia lo enseña, sino porque es evidente en la experiencia humana en todos los tiempos. Todo hombre es pecador por naturaleza. La inclinación al pecado es natural para el hombre como lo es para el pájaro  volar y para el pez nadar.
La Santa Biblia enseña que el hombre en su origen conoció a Dios, pero rehusó glorificarle como a Dios. Se enorgulleció en sus vanidades y cambio la gloria de un Dios incorruptible por una imagen semejante a hombre o imagen de pájaros, cuadrúpedos y hasta de reptiles. Dios castigó al hombre dejándolo en sus pecados, y el hombre se llenó de maldad, fornicación, asesinatos y venganzas. Por tanto, la ira de Dios se reveló y se revela contra todo pecado.
El pecado es el quebrantamiento de la santa ley de Dios. La ley manifiesta la maldad del pecado. Cuando nos medimos por las leyes humanas, a veces pensamos que no somos tan malos, pero al medirnos con las leyes de Dios, vemos claramente que hemos pecado y que estamos lejos de haberlas cumplido.
Ahora, ¿Cómo sabremos lo que es bueno y lo que es malo? ¿Cómo sabremos si agradamos o desagradamos a Dios? Dios ha revelado en su santa Palabra lo que es justo y recto ante sus ojos. Hace más de 3,500 años Dios dio a Moisés los diez mandamientos básicos. Estos diez mandamientos se condensan así:
1.- No tendrás dioses ajenos delante de mí.
2.- No te harás imágenes.
3.- No tomaras el nombre de Dios en vano.
4.- Acuérdate del día de reposo para santificarlo.
5.- Honra a tu padre y a tu madre.
6.- No matarás.
7.- No fornicarás.
8.- No hurtarás.
9.- No levantarás falsos testimonios, ni mentirás.
10.- No codiciarás.
Ningún hombre nacido de padres humanos ha podido cumplir completamente con la ley de Dios.
Por tanto, la ley de Dios condena a todo hombre. Porque Dios ha dicho: “Cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”. Cuando alguien quebranta la ley de una nación, es castigado por las autoridades de dicha nación. Cuando un hombre quebranta la ley de Dios, es castigado por Dios. El pecado tiene que ser castigado. La Santa Biblia nos dice claramente que los pecadores sin arrepentimiento irán a una eternidad tormentosa. Pero ¿Será condenada para siempre la humanidad sin esperanza alguna? ¿No habrá alguna manera de reconciliar al pecador con el Dios santo?  Si Dios ama a todos los hombres, ¿no ha provisto Él algún medio por el cual podamos ser salvos? ¡Bendito sea Dios! El ha provisto la manera perfecta de salvación para todos los hombres.
“El Señor…es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”. Esta, maravillosa salvación nos viene por medio de su Hijo, el Señor Jesucristo.

  

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