Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amen Filipenses 3:20-21

Capitulo 11

Tercera parte
Desarrollo del poder en la iglesia de Roma. Caída del Imperio Romano occidental. Lideres del periodo.

El Imperio Romano era un estado gobernado por autocracia, donde un emperador gobernaba con poder absoluto. La forma en que se fue dando la organización de la iglesia era parecida al imperio, por lo que se pensaba que debía gobernarse de la misma manera.
Los obispos ya gobernaban las iglesias y surgió la pregunta ¿Quién gobernaría a los obispos? ¿Qué obispo debía ser nombrado como jefe? Los obispos que presidían en ciertas ciudades eran llamados “metropolitanos” y después “patriarcas”, eran de Jerusalén, Antioquia, Alejandría, Constantinopla y Roma. Constantinopla le quito el título de capital del mundo a Roma. Roma fue ganando prestigio y por tanto poder y reclamaba se le devolviera ese título. El obispo de Roma se otorgó el título de “papa, padre” y al final solo fue papa. Los altercados entre estos cinco obispos por la titularidad eran frecuentes, al final sólo se tenía que definir entre el obispo de Constantinopla y el de Roma.
Roma sostenía que como San Pedro había sido el primer obispo de Roma,-apóstol fundador igual que San Pablo-, entonces San Pedro debería ostentar el título de papa. Obispo significaba “un gobernante sobre el clero y la iglesia”, en el primer siglo como en el cuarto. También citaban dos textos de los Evangelios como prueba, uno de ellos se puede ver alrededor de la cúpula de la Iglesia de San Pedro con letras gigantescas en latín “Tu eres Pedro; y sobre esta piedra edificaré mi iglesia” y el otro es “Apacienta mis ovejas”. Por lo que todos los sucesores en Roma debían continuar con dicha autoridad.
Algunas virtudes que se deben reconocer en los obispos de Roma es que eran hombres fuertes y sabios, virtudes que se hacían sentir en toda la iglesia. Entre Constantinopla y Roma había marcada diferencia, Roma hizo a los emperadores pero a Constantinopla la hicieron los emperadores y la hicieron sumisa. Roma no tenía un emperador que la pudiera controlar, se convirtió en una especie de emperador en toda la región. La capital del imperio era lejana por lo que la lealtad hacia ésta se centralizó en el pontífice romano.
La decadencia moral y política del Imperio Romano lo preparó para ser invadido. Otra de las razones por las que el imperio fue derrotado era que los romanos ya no peleaban, el ejército antes disciplinado y preparado en las artes de la guerra por los mismos bárbaros que muchas veces peleaban en defensa de Roma y contra sus propios pueblos ahora invadían. Cuando un pueblo compra la lealtad de extranjeros para pelar las batallas no puede sustentar sus libertades. Las guerras internas ocasionadas por la ambición del poder. También la inestabilidad en el ejercicio de la autoridad –en noventa años se proclamaron ochenta jefes como emperadores que reclamaban el trono-, se saqueaban las ciudades y se empobreció el imperio por lo que las guarniciones fronterizas se quitaron y la tierra quedo indefensa. Veinticinco años después de la muerte de Constantino en 337 d.C., las hordas de los bárbaros ingresaron en las indefensas provincias del Imperio Occidental. Un imperio que existió mil años en menos de ciento cuarenta quedo borrado de la existencia.
Las primeras razas en invadir el imperio venían del Da nubio y el mar Báltico, los visigodos (godos del occidente) capitaneados por Alarico, se lanzaron sobre Grecia e Italia, dominaron y saquearon, fundaron un reino al sur de Francia. Los vándalos al mando de Genserico, conquistaron los países desde Francia hasta España, llegando hasta el norte de África.
Los burgundos establecieron un reino con Estrasburgo como el centro. El norte de Galia fue dominado por francos –tribu germana-, y le llamaron Francia. Clovis rey de los francos se hizo cristiano y junto con él su pueblo. La conversión del norte de Europa fue por los francos, desafortunadamente fue por la fuerza. Al abandonar Gran Bretaña los romanos, los sajones y anglos de Dinamarca por varias generaciones hicieron invasiones casi exterminando al cristianismo. Posteriormente el reino anglosajón se convirtió por los misioneros de Roma.
El rey Atila, hombre despiadado al frente de los hunos, en 450 d.C., invadieron Italia, amenazando con destruir no solo el Imperio Romano sino también los reinos asentados dentro de sus fronteras. Roma se puso al frente del ejército que también formaban los godos, vándalos y francos, ganando la batalla en Chalons al norte de Francia. Con la muerte de Atila (451 d.C.) se aseguraron que Europa no sería gobernada por los asiáticos sino de acuerdo a su propia civilización.
El Imperio Romano quedo reducido a una pequeña parte alrededor de la capital. Siendo dominada en 476 d.C., por los hérulos –tribu germana-, bajo su rey Odoacro, quien tomo posesión no solo de la ciudad sino del trono –el niño emperador Rómulo Augusto fue despojado de su título-.
Pasaron dos mil doscientos años desde el establecimiento de la ciudad y el estado (posiblemente 753 a.C.) hasta su caída (476 d.C.). El imperio oriental sobrevivió hasta el año 1453 d.C.
Los conquistadores fueron conquistados por el cristianismo, las razas invasores eran paganas, exceptuando los godos que Arrio ya había evangelizado, incluso tenían la Biblia en su lengua. El Imperio Romano desapareció pero la iglesia prevaleció con mayor poder e influencia.
Líderes de la iglesia imperial:
Atanasio (293-373 d.C.), defensor férreo de la fe. Obispo de Alejandría a los treinta y tres años.
Ambrosio de Milán (340-397 d.C.), el primero de los padres latinos. Electo obispo cuando era laico, los arrianos y los ortodoxos se unieron en su elección. Reconocido por el emperador Teodosio –a quien obligo hacer confesión por una crueldad-, incluso predicó en su funeral. Recibió a San Agustín en la iglesia.
Juan, apodado Crisóstomo (345-407 d.C.), considerado un gran predicador, estadista y expositor de la Biblia. Nació en Antioquia. Fue obispo de Constantinopla. Desterrado por mostrar fidelidad, independencia y valor. Murió en el destierro. Posteriormente fue llevado a Constantinopla y sepultado con honores.
Jerónimo (340-420 d.C.), recibió una educación en literatura y oratoria pero optó por la vida religiosa aislada. Fundó un monasterio en Belén y vivió ahí durante años. De sus obra , la más reconocida fue la traducción de la Biblia a la lengua latina “Vulgata”- la Biblia en lengua común-, que es la Biblia reconocida y autorizada por la Iglesia Católica Romana hasta estos tiempos.
Agustín (374-430 d.C.), nació en el norte de África. Un hombre joven brillante, erudito pero mundano, ambicioso y amante del placer. Por su madre Mónica, la enseñanza de Ambrosio de Milán y el estudio de las epístolas de San Pablo a los treinta y dos años llego al cristianismo. Nombrado obispo de Nipona en 395 d.C. Fue el mejor exponente de la teología cristiana después de San Pablo.

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