Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amen Filipenses 3:20-21

Capítulo 4

La iglesia entre los gentiles
Desde el Concilio de Jerusalén (50 d.C.) hasta el martirio de Pablo (68 d.C.)

Se inicia la expansión del evangelio sin importar raza ni país. Los de la iglesia judía debían seguir en su obediencia a la ley y los gentiles podían pertenecer a la iglesia cristiana por su fe en Cristo, sin ningún requisito legal.

Los siguientes veinte años los conocimientos que se tienen son por el libro de los Hechos, las cartas del apóstol Pablo y del primer versículo de la Primera Epístola de Pedro y, también por algunas tradiciones que pueden ser auténticas. Cada día se unían más creyentes gentiles y disminuían los judíos, creciendo su odio e instigando persecuciones de cristianos.
Tres líderes de la iglesia destacan: Pablo, viajero, obrero indómito, fundador de iglesias y teólogo. Pedro a quien Pablo reconoció como una de las columnas de la iglesia, aunque su nombre no es frecuente en los registros – murió como mártir en Roma en 67 d.C.- y, Santiago –hermano de nuestro Señor-, cabeza de la iglesia en Jerusalén, fiel conservador de las costumbres judías y líder de los cristianos judíos. Escribió la Epístola de Santiago –asesinado en el templo alrededor del año 62 d.C.-.
Trece capítulos del libro de los Hechos mencionan solo la obra del apóstol Pablo, pero al final de esta época se refieren a iglesias en países que Pablo nunca visitó, por lo que deben haber existido numerosos misioneros. Pablo emprendió su segundo viaje misionero después del concilio de Jerusalén, acompañado de Silas o Silvano de compañero, salieron de Antioquia y visitaron por tercera vez las iglesias fundadas en su primer viaje, llegando a la costa del mar Egeo, a Troas –antiguamente Troya- y, luego se embarcaron hacia Europa. En Macedonia Pablo y Silas establecieron iglesias en Filipos, Tesalónica y Berea. En Atenas –ciudad de la cultura- una pequeña grey, y en Corinto –metrópoli comercial de Grecia-, una fuerte congregación. Aquí Pablo escribió sus dos primeras cartas y fueron a Tesalónica.
Viajó a Efeso, en Asia Menor, después a Cesárea por el Mediterráneo y, al final llego a Jerusalén, regresando a su punto de partida en Antioquia. Pablo viajó durante 3 años, por mar y tierra, fundó siete iglesias en ciudades importantes y abrió de alguna manera el continente imperial europeo para su evangelización.
En su tercer viaje misionero partió también de Antioquia, que al final de este viaje terminó preso del gobierno romano en Jerusalén. En este viaje lo acompaño Timoteo –hijo en el evangelio-, también lo acompañaron un buen número de compañeros en el intermedio del viaje.
Visito las iglesias en Siria y Cilicia, probablemente incluyó Tarso –su lugar de nacimiento-, pasó por su antigua ruta y visitó las primeras iglesias. Posteriormente fue a Efeso y permaneció durante más de dos años –la residencia más larga en un mismo lugar-. El ministerio de Pablo tuvo gran éxito no solo en Efeso sino en toda la provincia. Las siete iglesias de Asia fueron fundadas directa o indirectamente por Pablo. Siguiendo su método Pablo visitó nuevamente las iglesias en Filipos, Tesalónica, Berea y Grecia. Después Troas y de allí fue a Efeso, en el puerto de Mileto se reunió con los ancianos, despidiéndose de ellos con un conmovedor discurso. Fue a Cesárea y subió a Jerusalén, terminando su tercer viaje.
Aquí mientras adoraba en el templo fue agredido por los judíos siendo rescatado por los soldados romanos y llevado a la fortaleza llamada Antonia. Este viaje fue tan largo como el segundo –excepto por los cuatrocientos ochenta y tres kilómetros entre Jerusalén y Antioquia-.
Los resultados más importantes fueron la iglesia de Efeso y dos de sus epístolas más importantes. Una a la iglesia de Roma, donde exponía los principios del evangelio y la otra a Gálatas, dirigida a las primeras iglesias, donde los creyentes fueron pervertidos por los maestros judíos.
Pablo permaneció preso más de cinco años –poco tiempo en Jerusalén-, tres años en Cesárea y por lo menos dos años en Roma. Aún cuando Pablo viajó preso hacia Roma no dejó de ser misionero –por lo que se considera su cuarto viaje-, aprovechaba cualquier oportunidad de dar el evangelio de Cristo. Este viaje fue a su petición de ser enjuiciado por el emperador romano. Lo acompañaron Lucas y Aristarco. En el mismo barco llevaban presos que morirían en los juegos de gladiadores, los soldados que los custodiaban y la tripulación, de cierto es que todos ellos oyeron el evangelio en esa peligrosa travesía y todos fueron convertidos. Así como en Sidón, Mira y Creta, puertos donde la nave ancló. Igualmente en la isla de Melita (Malta) donde estuvieron por tres meses.
Pablo llego a Roma y vivía en una casa alquilada en espera de su proceso, encadenado a un soldado. Celebro una reunión con los judíos para hablar del evangelio y al no encontrar respuesta se volvió a los gentiles. Su casa se convirtió en una iglesia durante dos años, donde muchos encontraron a Cristo. Aquí la presencia del Espíritu Santo se revelo y Pablo escribió cuatro epístolas, grandes tesoros de la iglesia: Efesios, Felipenses, Colosenses y Filemón. Pablo fue puesto en libertad.
Pablo inició su cuarto viaje misionero durante los años que estuvo en libertad. Supuestamente visito Colosas y Mileto. Llego a la isla de Creta y Tito quedo a cargo de las iglesias; y Nicópolis, en el mar Adriático, al norte de Grecia. La tradición dice que aquí fue capturado y enviado a Roma, sufrió martirio en el 68 d.C., escribió tres epístolas: Primera de Timoteo, Tito y Segunda de Timoteo, su última carta, ya en prisión en Roma.
Hubo un gran incendio en Roma, en el año 67 d.C., la mayor parte de ciudad quedo destruida, se culpo al emperador Nerón y el acuso a los fieles cristianos. Comenzó una persecución, en la que masacraron y quemaron a miles de creyentes en los jardines del palacio de Nerón.
También crucificaron a San Pedro en el 67 d.C., y a San Pablo lo degollaron en el 68 d.C. Lo triste es que en el lugar donde cayeron tantos fieles a Cristo y a su verdad, ahora estén construidos el palacio del Vaticano y el templo de San Pedro, baluartes de una religión.
En el año 50 d.C., no se había escrito ningún libro del Nuevo Testamento y la forma de tener conocimiento de la vida y enseñanzas de Jesús era en las memorias de los primeros discípulos. En el año 68 d.C., gran parte del Nuevo Testamento estaba en circulación, como los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, las epístolas de San Pablo y Santiago, Primera de Pedro y posiblemente la Segunda de Pedro.

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