Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amen Filipenses 3:20-21

LAS BENDICIONES DE LA CRUZ

         La humanidad jamás podrá comprender lo que obtuvo con la muerte de Jesucristo en la cruz. Muriendo en ella, Cristo destruyó todo pecado con el sacrificio de sí mismo.
  Murió por los pecados de todo el mundo. Murió por los pecados de cada persona desde Adán hasta la última que nazca sobre la tierra. “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios”. Con su muerte, nuestros pecados han sido abrogados por Dios; han sido enterrados en lo más profundo de los mares; han sido arrojados  tan lejos como el oriente está del poniente; han sido borrados como una nube que se desvanece.
         Jesucristo no sólo murió por nuestros pecados, sino también fue hecho pecado por nosotros. Estando en la cruz, exclamó: “Dios mío, Dios mío, “¿porqué me has desamparado?”  En aquella hora suprema, Cristo fue abandonado por el Padre, porque llevaba nuestros pecados, y un Dios santo no puede tolerarlos. En la cruz, Cristo clamó: “Consumado es”,  O, en otras palabras: “La deuda está completamente pagada”.  El pagó la deuda del pecado de toda la humanidad. Por esta razón podemos estar perdonados, porque Cristo ha obtenido el perdón para nosotros. Pero si nuestros pecados han de ser perdonados, debemos también aceptar el perdón que El selló con su preciosa sangre.
         Cuando un criminal es perdonado por las autoridades de una nación, puede o bien aceptar el perdón, o bien sobrellevar el castigo de su crimen. Nosotros, como pecadores, estamos en una situación semejante delante de Dios: o aceptamos el perdón de Dios, o pagamos con el castigo nuestra maldad.
         En los días de la iglesia primitiva, el apóstol Pablo fue usado maravillosamente por Dios para llevar las buenas nuevas de salvación a muchas partes del mundo entonces conocido. Pablo hizo su primer viaje misionero en lo que ahora es la nación de Turquía.  En la ciudad de Antioquia de Pisídia predicó que todo creyente en Cristo es justificado, o sea, hecho justo. Pero, ¿cómo puede un Dios santo ser justo y al mismo tiempo justificar al pecador?. Dios nunca ha salvado a una persona simplemente amándola. Si Dios justificara a los hombres sólo amándolos, dejaría de ser un Dios justo y santo.. El castigo tiene que ser impuesto a todo pecado. Con la muerte del Señor Jesús en la cruz, las demandas de justicia de un Dios santo fueron enteramente satisfechas. Debido a la muerte de Cristo, Dios es ahora libre para perdonar al pecador más empedernido del mundo. Esta es la razón por la que ningún hombre puede ser justificado a base de lo que haga o deje de hacer. Es justificado por fe en lo que Cristo ha padecido por él en la cruz del Calvario.
        Cuando Adán y Eva pecaron en rebeldía contra Dios, se convirtieron en enemigos de El. Por un acto de su voluntad se hicieron pecadores. Pecando contrajeron una naturaleza pecaminosa. Sus hijos y descendientes nacieron con esta inclinación al mal, de la misma manera que cada uno de nosotros nace inclinado al pecado. Por tanto, estamos, por naturaleza, en enemistad  con Dios y separados de El a causa de nuestros pecados.  Nuestras acciones nos condenan y tememos acercarnos a Dios. Pero cuando el Señor Jesús murió en la cruz. “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo”. Por esta reconciliación, “tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”.

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