Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amen Filipenses 3:20-21

NUESTRAS NECESIDADES Y LA PROVISION DE DIOS

         Toda persona siente dos grandes necesidades espirituales: una, la de obtener la vida eterna; y otra, la de obtener el perdón de sus pecados.
  Ambas necesidades llegan a satisfacer por medio de nuestro Señor Jesucristo.  El es el Salvador de la humanidad, todopoderoso y admirable.  Dios puede justamente perdonar al más vil pecador, porque el Señor Jesús ha muerto por los pecados de cada persona. Al salir resucitado del sepulcro, Jesucristo llegó a ser el Señor de la vida. Cuando le recibimos con fe como Señor y Salvador, recibimos también la vida eterna.  Recibimos verdadera vida al recibirle a El. Recibimos vida espiritual de la manera en que recibimos la vida física. Nacemos en el cuerpo y recibimos vida física; debemos nacer espiritualmente para tener vida espiritual.
         Durante la vida de Jesucristo en el mundo, un hombre justo, moral y religioso de nombre Nicodemo, fue de noche a visitar a Jesús y le dijo: “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él”. Jesús no se enalteció por esta alabanza, sino que respondió así a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”.  Nicodemo era una persona muy instruida, pero no pudo entender lo que Jesús le decía en cuanto a nacer de nuevo.  Para explicárselo más claramente, Jesús le refirió entonces el incidente de los hijos de Israel cuando peregrinaban por el desierto. El pueblo de Israel se había rebelado contra Dios, y, como castigo, Dios había enviado serpientes venenosas a su campamento.  Cuando Moisés oró, Dios le mandó que hiciera una serpiente de bronce y la colocara en una estaca en medio del pueblo, con la promesa de que todo aquel que mirara a la serpiente de metal sería sanado.  Moisés hizo lo que Dios le mandó, pero algunos creyeron que era absurdo y no quisieron mirar.  Otros continuaron haciéndose curaciones, pero también murieron. Otros, con fe sencilla, obedecieron a Dios, por lo que la Santa Biblia dice: “Y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía”.
         Jesús explicó a Nicodemo que nosotros necesitamos ser perdonados de nuestros pecados y nacer de nuevo de la misma manera que los hijos de Israel fueron sanados de las mordeduras de las serpientes. Jesucristo fue levantado en una cruz para morir por los pecados del mundo. Cuando le miramos con fe, viéndole morir en lugar nuestro, nacemos de nuevo en la familia de Dios. Nacemos de nuevo cuando recibimos por fe, en nuestros corazones, a Jesucristo. Cuando le recibimos, nos desposamos con El, lo mismo que los esposos y las esposas en matrimonio; esto es, cada uno acepta al otro en una nueva relación. Significa que ambos aceptan nuevas responsabilidades mutuamente.  De igual manera, cuando recibimos a Jesucristo como Salvador.  El también nos recibe y toma la responsabilidad ser en verdad Salvador nuestro, leal y todopoderoso.  Pero significa también que al recibirle debemos dejarle vivir en nosotros.  El es el Salvador y también Señor; debemos honrarle como Señor de nuestras vidas.
         Hay en el mundo muchas personas que frívolamente afirman haber aceptado a Cristo. Se hacen llamar cristianos, pero no saben nada del poder del Señor en sus vidas, y sus acciones son una ofensa a su santo nombre.

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