Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amen Filipenses 3:20-21

NADA ME FALTARA... TODOS LOS DIAS DE MI VIDA

            ¿Es esto sólo un sueño del salmista?  ¿Está expresando un deseo imposible de realizar?  Debemos tener presente que por medio de este Salmo el Espíritu Santo nos está hablando de la provisión de Dios para  nuestra vida. 
No habló sólo de nuestras necesidades económicas, sino principalmente de las espirituales.  La calidad espiritual de nuestra vida determina en gran parte la condición de sus demás aspectos, no importa los que sean.
            En la actualidad parece que las personas buscan con desesperación la felicidad, la victoria y la paz.  El salmista se está refiriendo a una paz interior prevaleciente a pesar de lo que suceda a nuestro alrededor, aquella “que sobrepasa todo entendimiento”.  Esta no sólo es la PAZ CON DIOS que adquirimos al convertirnos, la paz que da el saber que nuestros pecados han sido perdonados, y que Jesucristo ha trazado nuestro destino eterno.  Gracias a  Dios por esta paz, pero a la que me estoy refiriendo es a la PAZ DE DIOS que podemos poseer en medio del conflicto, sin necesidad de recurrir a calmantes.
            Dios nos dio esta promesa por medio de David, bajo la inspiración del Espíritu Santo, para que llegue a ser una realidad en nuestra vida, y sea puesta en práctica en nuestras circunstancias diarias.  El Espíritu Santo efectuará esto sólo cuando estemos dispuestos a darle a Jesucristo el lugar que le corresponde como el Pastor Absoluto de nuestra vida.
            Sabemos este versículo: “Nada me faltará”; pero ¿cómo empieza a realizarse esto en mi vida?  Generalmente le imploramos a Dios que haga esto o aquello, pero tal actitud es inefectiva;  ¡implorar NO es la solución del problema!  Esto se comprueba una y otra vez en nuestra vida.
            Permítanme ilustrarlo:  en el libro de Rut, la joven moabita viuda, le asegura a su suegra:  “A dondequiera que tú fueres, iré yo…  Tu  pueblo será mi pueblo, y tu Dios es mi Dios”.  En las semanas subsiguientes, conoció a Booz y obtuvo su permiso para ir tras los segadores para recoger las sobras.  Pero más tarde se casó con él.  ¿Creen que siguió recogiendo lo que los segadores dejaban después de casarse con el dueño de los campos?  No, todos los bienes de su marido ahora eran de ella.  Ya no tuvo que vivir en la pobreza; podía hacerlo con los recursos de su esposo.
            ¿Recuerda usted el día en que se casó con el Señor Jesucristo?   Se nos llama la Esposa de Cristo, lo que indica que El es el Esposo.  En esa ocasión, ¡todas las riquezas del trono de Dios pasaron a ser propiedad de la Esposa!  Este tesoro celestial no es sólo para que lo veamos y deseemos, ¡sino para que hagamos uso de él y lo gocemos como ovejas de Dios.
            Después de casarse con Booz, ¿fue Rut y le imploró que le permitiera hacer uso de lo que por derecho le pertenecía?  Por supuesto que esto seria ridículo, sin embargo, precisamente eso es lo que hacen muchos cristianos.  Al orar le imploran a Dios, a pesar de que todas las riquezas del cielo están a su disposición.  ¡Qué tragedia!  Vuelvo a decir, implorarle a Dios que haga lo que ya ha dicho que hará, no es la manera de sentir la Palabra de Dios como una realidad viva en nuestro ser.
            Entonces surge una pregunta: ¿Cuál es la solución?  Otra vez supondré que usted está dispuesto a rendirse completamente a Jesucristo como el Señor de todo aspecto de su vida.  Y sobre esta base, sabiendo que Dios es de confiar, considero esta frase,  “nada me faltara”, como su promesa a sus ovejas.  ¿Qué le dice usted a la persona que acaba de darle un regalo?  ¿La ignora?  Por supuesto que no; de la manera más amable le expresa su gratitud y lo toma.   ¿Es Dios diferente de otras personas?  ¿Es correcto que por lo menos le demos las más cumplidas gracias por este versículo (como también por un sinnúmero más)?    Solamente el Espíritu Santo puede hacer que la Palabra de Dios sea REAL para nosotros.
            Lo que les pido ahora mismo a ustedes es, antes que nada, que se aseguren de haberse entregado completamente a Cristo, y, luego, por fe, le agradezcan a su Pastor, el Señor Jesucristo, que haga que este pasaje sea una realidad para ustedes.

             


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