Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amen Filipenses 3:20-21

TU VARA Y TU CAYADO ME INFUNDIRAN ALIENTO…

¡TODOS LOS DIAS DE MI VIDA!”
            Generalmente, pensamos que la vara y el cayado son instrumentos empleados para proteger y guiar a las ovejas.  Algunos han dicho que es erróneo pensar que la vara es un instrumento de corrección, porque ¿qué consuelo les daría la vara de corrección a las ovejas? 
Sin embargo, el escritor del libro de Hebreos nos dice: “Ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (He. 12:11).  Nuestra vida tiene muchísimas necesidad de la corrección, y ésta nos es administrada con la vara del Señor Jesús.  ¿Quién si no El es el más indicado para corregirnos? ¿Quién si no El tiene el derecho y la autoridad de corregir al hijo de Dios, por medio de su Santo Espíritu?
            Es cierto que la vara no nos proporciona ningún gozo al presente.  Sin embargo, es inmensurable el consuelo que trae al corazón el recordar los tiempos pasado de corrección. Por ejemplo, un niño, sin la corrección de una madre o un padre piadoso, es un seguro candidato a ser el peor de los malvados en el mundo.  ¡Gracias a Dios por su corrección!  Debemos sentir especial agradecimiento por su disciplina, porque nos conduce a obedecerle sumisamente.  El no hace a sus ovejas sumisas a la fuerza, sino más bien, primero, crea en el corazón de todo creyente el deseo de que le enseñe sobre Si mismo y su completa devoción y obediencia a su Padre.  Hace esto con la vara – “¡Todos los días de mi vida!”
            El cayado es el instrumento que el Señor Jesús emplea para protegernos cuando caemos en el descuido, cuando actuamos impulsados por nuestros propios deseos y apetitos y nos apartamos de su voluntad. ¡Gracias a Dios porque su fidelidad no es afectada por nuestra obediencia o desobediencia!  A pesar de nuestro comportamiento, su carácter y naturaleza son inmutables.

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