Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amen Filipenses 3:20-21

CONTRASTE ENTRE EL PLAN DE DIOS Y EL DE LOS HOMBRES

¡Qué grande es el contraste entre el plan de Dios y los planes de los hombres! Nuestras iglesias se llenan de personas, muchas de las cuales nunca han experimentado en si mismas la gracia redentora de Dios.

 La mayoría de aquellos que se consideran salvos, se contentan con esto, que ya aceptaron a Jesucristo como su Salvador. Ya hicieron profesión pública de su fe, se bautizaron y se han recibido como miembros de su iglesia. Han dejado algunos de sus malos hábitos y hasta quizás tengan algún oficio en la iglesia. Atienden regularmente y hacen lo mejor que pueden para vivir su vida cristiana. ¿Qué más se puede pedir de ellos? Pero bueno es que recordemos que el cristiano no es solo un pecador restablecido de su enfermedad mortal; más bien tiene que ser una nueva criatura en Cristo. Es totalmente imposible para nosotros el vivir la vida que Dios espera de nosotros, cuando nos fundamos en los esfuerzos de nuestra carne. Veamos por un momento en la Palabra de Dios lo que el espera y demanda de nosotros. Hemos de amarnos unos a otros como El nos ha amado (Juan 13:34). Hemos de perdonar a otros como El nos ha perdonado. (Efesios 4:32). Hemos de andar como El anduvo. (1Juan 2:6). Hemos de regocijarnos en el Señor siempre. (Filipenses 4:4). Hemos de darle gracias en todo. (1 Tesalonicenses 5:17). Hemos de ser fervorosos en el espíritu sirviendo al Señor (Romanos 12:11). Hemos de ser celosos en buenas obras (Tito 2:14). Abundando siempre en el trabajo del Señor (1 Corintios 15:58). Hemos de ser testimonio de nuestra fe a los que nos rodean y tomar parte en la proclamación del Evangelio en todo el mundo (Hechos 1:8). Estos son sólo parte de los requerimientos de un Dios santo, y nadie puede vivir tal vida, fundándose en sus propios esfuerzos. Cuando tomamos cada uno de estos preceptos con sinceridad, nos vemos forzados a admitir que ninguno de ellos hemos cumplido. Muchos creen que dichos preceptos son tan difíciles, que nunca podremos realizarlos, y que Dios nunca ha esperado que los realicemos; sino más bien, que tratando de aproximarnos a ese ideal, obtengamos nuevo ánimo con nuestros esfuerzos.

Vistas de página en total