Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amen Filipenses 3:20-21

PROVISION PERFECTA DE DIOS PARA CON NOSOTROS

El plan de Dios para cada uno es no solamente la salvación completa, perfecta e inalterable que El puede concebir, siendo como es nuestro Padre celestial, santo infinitamente sabio y amante de nuestras almas; El además en su bondad y sabiduría infinitas nos proporciona los medios con que podamos realizar sus propósitos.

 El nos manda y al mismo tiempo nos da los medios de obedecerle. Pone a nuestra disposición sus recursos infinitos. Las riquezas insondables de Cristo son nuestras con sólo pedirlas. Dios está con nosotros. (Romanos 8:31). Quiere que comprendamos y experimentemos la grandeza de su inmenso poder. (Efesios 1:19). El Señor Jesús, el Hijo omnipotente y eterno de Dios, mora por fe en el corazón del más humilde de sus hijos. (Colosenses 1:27). El Santo Espíritu de Dios mora en nosotros para formar a Cristo y glorificarle por medio nuestro. (1 Corintios 2:10 y Juan 16:14). La obra de Dios en la salvación de las almas es incomparable más admirable que la creación del Universo. (Compare Ud. el Salmo 19:1 con Isaías 53:1). La muerte propiciatoria y en lugar nuestro de Jesucristo en el Calvario es la base y fundamento de todo lo que Dios hace por nosotros. Sin la Cruz, y esto lo digo reverentemente, ni Dios ni el hombre podrían hacer nada para salvar al pecador. La Cruz es la razón de nuestra justificación, reconciliación y regeneración espiritual; pero estas estupendas manifestaciones divinas no son el fin o término, sino más bien principio de la acción de Dios en nosotros. Habiendo pues obtenido la reconciliación con Dios con la muerte de su Hijo en nuestro lugar, debemos dar entrada a ese Cristo resucitado para que viva en nosotros. Hemos sido salvos por su vida. (Romanos 5:10). Al ser salvos, participamos de la misma naturaleza de Dios (2 Pedro 1:4). Nuestros cuerpos se transforman en templos del Espíritu Santo. (1 Corintios 6:19). Cristo nos redimió en nuestra carne para poder vivir en nosotros como su cuerpo. Hay algunos que creen pecar seriamente, si niegan a Dios sus primicias y ofrendas, pero más seriamente ofenden aquellos que niegan a Cristo el cuerpo que le pertenece. La vida del cristiano es la vida de Cristo. No basta hacer lo mejor que podamos con la ayuda de Dios. Es necesario que Cristo viva en nosotros y por medio de nosotros. El tiene que serlo todo en todo (Colosenses 3:11). El está con nosotros, y nosotros con El. (Juan 14:20). Nos complementamos en El, en quien mora la plenitud de la Divinidad en su cuerpo. (Colosenses 2:9 y 10).

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