Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amen Filipenses 3:20-21

LA LLAVE DE LA OBEDIENCIA

Muchos cristianos evangélicos han puesto la obediencia a un lado en su celo de evitar la falsa doctrina de la “salvación por nuestras obras”, y la iglesia ha sufrido gravemente por esta causa.

 Es un engaño del enemigo. En la Santa Biblia, fe y obediencia siempre van juntas, mano a mano. El apóstol Pablo, que fue el campeón de la doctrina de la gracia, nos habla de “la obediencia en la fe.” (Romanos 1:5) y también de “la obediencia de fe”. (Romanos 16:26). Al principio de la iglesia un gran número de sacerdotes obedecieron la fe. (Hechos 6:7.) El evangelio es para ser creído (Marcos 1:15; Romanos 1:16), pero también para ser obedecido (Romanos 10:16; 2 de Tesalonicenses 1:8). La verdad tiene que ser aceptada. (Romanos 2:8; Gálatas 3:1 y 5:7; 1 de Pedro 1:22). Hemos de creer con el corazón (Romanos 10:10) y hemos de obedecer de corazón (Romanos 6:17). Abraham en fe obedeció (Hebreos 11:8). La caída del primer hombre se debió a su desobediencia. En cambio la obediencia explica la razón de nuestra redención. Fuimos elegidos para obedecer (1 Pedro 1:2). A medida que obedecemos, sentimos la gracia y el poder de Dios. Diez leprosos clamaron a Jesús que los sanara, y El les mando que fueran y mostraran su estado al sacerdote. “Id (obedeciendo) mostraos a los sacerdotes.” (Lucas 17:14). Al dar Jesús su gran encomienda, dijo: “Id… he aquí yo estoy con vosotros.” (Mateo 28:19 y 20.) Muchos piden a Dios que esté con ellos, pero permanecen inactivos. Jesús nos ha dicho: “Id, yo estaré con vosotros.” Otros gastan su tiempo pidiendo a Dios su Santo Espíritu, pero Dios le da poder a los que le obedecen. La obediencia es la senda para toda bendición. Es por medio de la obediencia que mostramos nuestro amor y devoción a Cristo. (Juan 14:21). Nuestro pretencioso formalismo en el culto a Dios, cantos sentimentales y palabras huecas no muestran el amor a Cristo. Se lo manifestamos, cuando hacemos su voluntad. “Si me amáis, guardad mis mandamientos.” (Juan 14:15). El Rey Saúl perdió su trono, porque desobedeció a Dios. Continuó ofreciéndole sacrificios para agradarle, pero Samuel le dijo: “Ciertamente que el obedecer es mejor que los sacrificios: y el prestar atención que el sebo de los carneros.” (1 de Samuel 15:22). Jesús ha dicho: “No todo el que me dice: Señor, señor, entrará en el reino de los cielos; más el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 7:21). “Más sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.” (Santiago 1:22). La mayoría de nosotros sabemos lo que nos conviene hacer. Pongámoslo en práctica. El apóstol Pablo pudo así escribir: “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mi, esto hace haced; y el Dios de paz estará con vosotros.” (Filipenses 4:9).

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